Sé que estás en la ventana. Para nada me incomodas. Tengo una cita con Stephen.
21 de febrero de 1888 Mi queridísimo Theo: Cumpliendo con mi palabra, te escribo. Acabo
Las callejuelas estrechas, con vida ajetreada, esconden un impresionante número de monumentos. La ciudad, se
Capítulo anterior: “Se alejaron de prisa, y lo último que vio Silvia, fue el vestido
Capítulo anterior “—Te dije que hoy conocerías tu destino. Siento un nudo en la garganta
¿Todo esto es por el significado real de unos malditos números? Pero ¿este hombre se
Está preparada para la función. Sola, frente al espejo de focos alineados, aplica gruesas capas
¿Todo esto es por el significado real de unos malditos números? Pero ¿este hombre se
Un giro más y un milagro sacudió sus ojos: palmeras, arbustos, algún huerto y animales.
¿Sabes? No creerás lo que está pasando aquí en la Tierra. Te marchaste hace unos
Sobre ella

Aquel día salió nublado, o con un sol mortecino. O no había color. Quién sabe. Pudo amanecer en rojizo y poco a poco el astro deslumbrante escaló hasta lo más alto. Quién sabe. Ella, no. Todo era lo habitual hasta un instante en que todo quedó oscuro. Ni antes, ni después. Ni durante. La sangre dejó de fluir y solo sintió la nada. Un camino en cuesta. Subir, subir, subir. Vivir, vivir, vivir. Mientras los pies no conseguían agarre y a cada paso la montaña se desmenuzaba. Sobrevivir. Renacer. Tal vez fuera una nueva oportunidad. Volver a hablar. Volver a ser. Volver a ponerse en pie. Una mano amiga, movía la esperanza. Crear la senda. Aquí un árbol, allá un banco o una casa. Más allá, una plaza. Aquí, un recuerdo. Allá un reproche por no haber sabido aprovechar. Un paso, otro, otro más. Poco a poco, músculo. Volver a poner sobre sus hombros, su vida. Tropezar y volverse a levantar. Parecía que el mundo había llegado a su fin. No. Era el comienzo. Un nuevo comienzo. Conociendo la oscuridad, llena de dolor, de lágrimas y de fuerza… arrolladora. Tocó fondo. Volvió al origen. A la infancia, a la búsqueda del momento en que se rompió. No recuerda, no sabe si aquello fue felicidad. Su alma, su corazón, su mente. Vuelven a crecer. Hoy sabe que quiere. No juzga, observa. Valora. Todo o nada. Sus pinceles, su torno, siguen ahí, en un rincón. Sabe que volverá. Mientras, unir una palabra a otra. Dar salida a todo lo que despierta dentro de ella. Pintar con su alma. Cada mañana, al despertar, se siente llena. Llena de palabras. Recordar, pasear, hablar, moverse, experimentar. Cada mañana al despertar, su “desayuno a domicilio” le permite avanzar. Un café, una palabra, un gesto, una sensación. Un “accidente” que le dio una segunda oportunidad. Ella, desayuna a domicilio, para vivir.
Autor: Fernando Sancho Sec
Amparo Parriego