DESAYUNO BAILANDO

Falda de seda, midi, con algo de vuelo, gris jaspeada. Cada vez que se la pone, tiene el vicio de cogerla al borde de la costura derecha, como si fuera a comenzar a bailar. Blusa blanca, de escasos botones, anudada a un lado de la cintura. Zapato negro, de salón, con tira de hebilla por debajo del tobillo. Pelo recogido.
Se queda perpleja, observando su imagen en el espejo.
Por un segundo, le parece traspasarlo. Da un paso al frente, coincidiendo el pie derecho en la baldosa blanca, el izquierdo se desliza en la negra. Los azulejos forman un perfecto tablero marmóreo de damas. La única columna blanca, de estilo colonial, está en el centro, de hierro fundido; sustenta el artesonado y le da ligereza al espacio.
Con la mano apoyada en ella, va girando y alza la mirada a la galería que rodea el salón.
Una vuelta completa y se frena apoyando el final de la espalda sobre sus propias manos.
Cierra los ojos y comienza a escuchar música. Instrumentos de cuerda, percusión, parece un bolero, igual es un tango. Se concentra tratando de diferenciarlo.
Alguien hace tiempo le dijo que el tango era su baile predilecto. Escucha unas pisadas. Ella mantiene los ojos cerrados. Aprieta los labios, para concentrarse en la música.
Los pasos los siente más cerca, puede oler un perfume de caballero.
Debe estar ahí, al otro lado de la columna. Sigue empeñada en mantener los ojos sin abrir.
El corazón se le acelera con la misma intensidad que toma volumen la música.
Quiere que suceda, quiere que la saquen a bailar.
Unas manos desatan las suyas, ya temblorosas, apoyadas en el pilar. La toma por la cintura y la desliza haciéndola girar. El prefiere bailar el tango caminando, como el que se baila en las milongas.
La envuelve en un abrazo cerrado, sin dejar espacio, con la parte superior del cuerpo pegada.
El salón se convierte en una pista de baile. Ella por fin abre los ojos y si, es él, la única persona que conoce que siente pasión por los tangos. El único que sabe marcarle el paso en el baile y en la vida. Bailan alrededor de la pista en sentido anti horario, como en todos los bailes de desplazamiento, caminando al compás de la música, e intercalando en la caminata, ochos, adornos, y algunas figuras más bien sencillas. Es un tango cerrado, y lo bailan hacia adentro, ensimismados.
En segundos se han aislado del exterior y solo están centrados en el baile y un mundo paralelo.
Sienten la música e improvisan según la van oyendo, es la filosofía de esta forma de bailar el tango, caminando. Ella tiene que seguir constantemente el baile improvisado, no es fácil, por eso tienen que bailar muy pegados. El marca con el torso los movimientos, los ochos y le indica a ella cuando debe marcar con la pierna, gancho y caminata sincopada. Van cogiendo soltura recorriendo las baldosas, con las miradas enganchadas. Se atreven a hacer figuras, giros con barrida y boleo, sacada, aguja, ocho cortado, traspié y boleo; convirtiendo el tango en un espectáculo.
Se acaba la música,…esta vez si abre los ojos…, sigue allí, frente al espejo, sentada a los pies de la cama. Perpleja!

Tango…QUIERO MÁS.