DESAYUNO CON EL PRINCIPITO

Entre un poema y otro, un cuento y otro, un texto y otro, también puede existir una conexión, varias personas al mismo tiempo pueden estar pensando lo mismo.
¿De un lado de la estantería al opuesto habrá también un hilo rojo?
De pequeña pensaba que los personajes de los libros podían salir y relacionarse con los de otra historia, en otra dimensión. Se podían hacer visitas, crear nuevas aventuras, generar lazos y enlazar y liar, liar, liar …En su imaginación sucedía.
La dimensión de la conexión debe existir y si no existe se la inventa porque necesita que exista para dar una explicación, y si no ¿por qué suceden ciertas casualidades?
Alicia salió dando zancadas, con solo unas cuantas llegó muy lejos. La perdió de vista, pero podía sentir las vibraciones de sus pasos alejándose. Fue directa al asteroide donde estaba el pequeño príncipe.
Debió caer por una madriguera, a lo mejor no cayó, volaba hacia arriba, con gravedad ascendente, todo es cuestión de perspectiva.
-¿Estás bien? – preguntó el Principito azorado.
Alicia salió disparada del hoyo, golpeándose la cabeza y llevaba unos minutos conmocionada.
-¿Dónde estoy?
-Estás en el País de la Nubes. Longitud: -0.450000, Latitud: 39.5833300.
-Hasta hace unos segundos estaba caminando por el bosque… ¿Eres el Principito?
El Príncipe se pavonea, con actitud presumida se arregla el pelo, se recoloca la bufanda. La ayuda a incorporarse, le quita restos de matorrales y tierrecilla de su melena y le indica como llegar hasta la avioneta para que al menos pueda sentarse.
-Si, soy yo. Si pretendías llegar al País de las Maravillas, creo que está al otro lado del hoyo por el cual saliste. Es un túnel que conecta dimensiones.
Tras un corto espacio de tiempo, los dos jóvenes conversaban y se narraban sus aventuras.
El Principito que procedía de un planeta muy pequeño, con una flor hermosa, donde sólo conoció a un hombre, el piloto y un zorro, estaba maravillado por la compañía de Alicia.
-Durante años he estado observando tu Planeta. Está repleto de adultos que creen saberlo todo por inventar máquinas y fabricar herramientas aburridas que sólo sirven para construir más cosas, sin entender todavía cómo ser feliz al ver una simple rosa o tomar un simple vaso de agua… o mirar sencilla y profundamente a los ojos hermosos de una joven como tú. Realmente a tu planeta le hace falta más Alicias.
Ella sucumbe a los halagos del Principito, no es de sonrojarse, pero un bermellón emana acentuando sus mejillas y realzando el azul de sus ojos.
-Le han puesto nombre y normas absurdas a todo, reglas que limitan la libertad de actuar, pensar, ponerse unos zapatos, llevar un vestido, etc. Lo que sé es que faltan sentimientos, se nos olvidó ser humanos, pensar en quiénes somos y qué queremos ser.
– Cuando era un niño el piloto quería ser dibujante, pero los adultos lo disuadieron de su propósito. Encontró en mí a un amigo, que entendió sus dibujos y le enseñó, con sus historias y sus actos, el verdadero valor de las cosas. En el piloto se retrata la importancia de seguir nuestros sueños.
– ¿Y el zorro?
– Él me explicó que la amistad es un proceso de domesticación, en que dos personas entablan una relación única, donde ambas se necesitan mutuamente.
– ¿Y la rosa? ¿Por qué dices? “Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante”.
-Mi relación con ella es difícil. Pese a que la cuido y la protejo con fervor, la flor es orgullosa, melodramática y caprichosa. Su comportamiento me confunde a tal punto que decidí emprender un viaje a través del universo para separarme de ella.
El principito traga saliva para poder seguir hablando.
-Es su recuerdo lo que me hizo volver a mi planeta. Simboliza el amor, que debe ser cultivado y atendido todos los días.
– ¡Gracias Principito!
Los dos jóvenes se acercaron cuidadosamente.
– No sé, pero el brillo de tus ojos me recuerda al brillo de una estrella cercana a este planeta. Azul suave a la par de profundo, como la energía que posee por dentro, como tú Alicia…
– Me halagas, aunque no sé por qué lo dices. Tú en cambio, tienes una mirada abstracta, siento que me ves, viéndome más allá de mí. Eres raro Principito.
– Las mejores cosas son raras en este mundo Alicia.
– ¡Lo sabía, estás loco Principito! Tú me intrigas, siento un misterio que se esconde dentro de ti. Me recuerdas a la sensación que me produce ver el cielo oscuro, iluminado y estrellado por las noches.
– Pues ahora sabes que siempre que mires a las estrellas, yo te estaré mirando. Sólo será cuestión de perspectiva, pero observando el mismo cielo estrellado, sólo estaremos observándonos a nosotros Alicia.
– Qué bonito lo que dices Principito, ¡gracias!
Tras unos segundos de silencio cómplice, entre miradas tímidas que se entrelazaban en un baile suave y delicado, los dos, pueriles adolescentes, percibían una sensación nueva para ellos que entre los sabios más antiguos es conocido como amor.
-Tu planeta necesita más Alicias como tú; soñadoras, pensadoras, intrépidas, arriesgadas, atrevidas, humildes… naturales, simplemente siendo ellas. Si todas siendo ellas mismas se parecen a ti Alicia, tu planeta podría ser más feliz- concluyó el Principito mientras se perdían en un profundo beso los dos jóvenes adolescentes.
Sabían que amar no era poseer, simplemente era apreciar, admirar, disfrutar, vivir. Al fin y al cabo, se tendrían cada noche al mirar, desde distintas perspectivas, el mismo cielo oscuro y estrellado.
Se observaron atentamente, reponiendo el baile perdido de sus miradas mientras el silencio cómplice servía de balada romántica para acercar sus cuerpos con una fuerza invisible, parecida a la gravedad que atrae a los planetas y estrellas en el universo.
Principitos…QUIERO MÁS.
