Desayuno con la niña del lago

Ella no es consciente de lo que ha significado éste año para mí.
Los quince años son complicados. El cuerpo le reta frente al espejo a cambios descontrolados, a ritmo acelerado. Sin avisar le enseña a ser mujer.
La música, sus fans, la acompañan en el tránsito.
Es bella, rubia de ojos azules y suaves rasgos.
Sin darnos cuenta, nos hacemos cómplices. Me recuerda tanto a mí. Las mismas dudas, ilusiones, preocupaciones, mismos complejos injustificados.
Estar con ella es viajar en el tiempo. Me transporta a mi adolescencia.
Cantamos juntas, tocamos el piano, nos columpiamos a velocidad vertiginosa.
Es tan difícil a esa edad reconocer la belleza, los cambios parecen ajenos y enemigos.
Como dos quiceañeras nos escapamos, de la mano nos vamos a lo desconocido. Le enseño otra realidad. Recorremos calles empedradas, pendientes y empinadas. Castillos, fortalezas, pórticos.
Los helados y granizados nos calman el calor del verano.
Cualquier rincón es bonito para capturar tanta frescura e inocencia.
Busco paisajes que ensalcen su belleza. Quizá la Alhambra? Un lago?
Nos convoyamos para un concierto, otro viaje, clases de música, canto…
_Tía, quiero ir a Londres.
_Yo te llevo.

Amparo Andrés

Qué suerte tenerte!… QUIERO MÁS.

Foto: «La niña del lago». Foto realizada por Gestelles Serna