Desayuno con Mamá

Las cinco en punto, la hora del té para los ingleses. La hora del descanso para el Marqués.
_Es nuestro momento mamá, el de escaparnos, no muy lejos, hay que volver antes de las doce y sin perder los zapatos.
Se merece ser tratada como una reina. La llevo a Palacio.
_Mira la carroza que nos llevará de vuelta!
_Qué maravilla! Tallada a mano!
_Sube las escaleras mami, tú en lo más alto, ya te miro yo desde abajo.
Le robo ese instante.
Ella no se da cuenta, pero le hago una reverencia.
El palacio es precioso.
No es consciente, lo más bonito de allí, es ella.
Nos olvidamos hasta del personal de servicio. Danzamos a nuestras anchas, como dos niñas, risas, travesuras.
Feliz, está feliz. La casita de muñecas la deja encandilada.
El salón del té, el salón rojo, la sala de baile. El tocador de diario, el de lujo. Joyas por doquier.

Yo tengo la joya más bonita. Hoy viste de esmeralda jaspeada, peina hilos de plata y dos zafiros brillan chispeantes, cómplices de nuestra aventura.
El personal de servicio pronto se da cuenta de nuestras intenciones, se implican.
Nadie habrá entrado allí con el mismo interés, ellos están perplejos de tanta dulzura y tanto amor.
Se recrea en el comedor, la mesa está a punto de prepararse para los comensales. Lo que le gusta a ella, tener la familia alrededor de la mesa.
Llegamos a la cocina, si la dejas es capaz de hacerte un guiso para una veintena.

Éste siempre será su Palacio, el de nuestra inocencia y nuestra locura.
Nos hemos hecho las dueñas de mármoles, sedas, terciopelos, oros, ébanos, nogales, lozas, porcelanas…
Riqueza, somos las dueñas de nuestra riqueza, la de nuestro amor.

_Mami! Si el tiempo nos dá y las circunstancias son justas, te llevaré a París.
_París queda muy lejos para mí.
_No creas! Está ahí al lado. Lo veo.
Se hace un silencio, las dos deseamos que así sea.
_Siempre serás la Reina de mi corazón.
_Y tú mi Princesa.

Amparo Andrés

Mamá, cada día te… QUIERO MÁS.