DESAYUNO CON MURPHY

Todo lo que puede suceder, sucede.
Se había organizado la semana, como siempre, con tiempo, dejando hueco para imprevistos.
De martes a viernes lo tenía todo controlado,
lunes estaría de vuelta.
Pero todo no salió como esperaba.
El temporal anuló el viaje, así que decidió aprovechar el primer día de la semana para otras gestiones.
Los charcos ocultaban gran parte de la calzada, el coche se sabe el camino y los baches, de pronto donde antes había un badén ahora había socavón, que acabó en reventón.
Todo irá bien! Pensó.
Mientras reparaba el «pinchazo-reventón» con spray de socorro, a modo primeros auxilios cuando vas con tacones y uñas largas; el teléfono no paraba de sonar, zumbidos de whatsaap, llamadas, vibraciones de messenger. Todo a la vez!
No sabía ni por donde empezar, si teclear, contestar, escribir… Se empezaba a acordar de Murphy.
Opta por contestar la llamada, simplemente por jerarquía, se trataba de la directora de la oficina. Jefe, esposo, su madre y amigos, en ese orden para después.
_ Sí? Dime Ana.
_ Dónde estás? Te tocaba guardia esta mañana. Han llegado dos clientes, los está atendiendo un compañero.
_ Guardia? A mí nadie me ha avisado!
_ Se le olvidó a Enrique avisarte?
Ella empezaba a dudar entre el despiste de Enrique o su memoria y comenzaba a acordarse de toda la familia de Murphy.
«La probabilidad de que una rebanada de pan untada de mantequilla caiga con el lado de la mantequilla hacia abajo, es proporcional al precio de la alfombra».
_ Acabo de reventar una rueda, dame tiempo a cambiar de coche, que esto no tiene arreglo con tiritas y parches.
_ Cuánto tiempo crees que tardarás en llegar?
_ Unos cuarenta y cinco minutos.
_ Bien, te esperamos.

En el menor tiempo posible realiza las llamadas que tenía en espera, contesta los mensajes y pregunta por messenger.
Bip (ella) : ¿Por casualidad hoy es la onomástica de Murphy?
Bip2: No lo sé, pero ese era optimista, peor era Peter.
Ella se ríe y recuerda a Laurence J. Peter…
«En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse».
Consigue llegar a la oficina con cara entre Rosi de Palma y las señoritas de Avignon, desencajada.
La oficina esa mañana es un caos, para ella es su primera guardia. Entra el primer cliente, que ya era el tercero, sigue Murphy haciendo de las suyas, el hombre tiene unos ahorrillos de «cinco cifras», tirando a lo alto, de los que te ponen los ojos haciendo chiribitas. Murphy y toda la parentela presentes, el hombre quiere RESCATAR.
«No me toques las palmas…» que llevo chanclas.
Ningún alto cargo en la oficina para frenar el homicidio.
Se acuerda de José Ortega y Gasset diciendo «Todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes».
Ella ya tartamudea y hasta un ojo le hace guiños rítmicos. Le pasa el «fregao» a una compañera.
Hiperventila, la cara ya era igualita al retrato de «Dora Maar» de Picasso, la belleza está en el cerebro del que mira.
Nadie a la vista. Otea por debajo de la mesa, dos pulsadores, uno para abrir la puerta, otro la alarma.
Cuál es cuál?
A jugar! Si toca A, pueden pasar dos cosas, que se abra la puerta o que suene la alarma, si toca B, sucederá lo contrario de A.
Reza para acertar, que suene la alarma, que aparezca el cuerpo de bomberos al completo, que se pongan en fila y que vayan firmando un plan de ahorro uno por uno.
Si puede ocurrir, ocurrirá.

Plan Murphy… QUIERO MÁS.

Amparo Andrés Parriego

P. D: Por fin viernes!

«Dora Maar con uñas verdes». Pablo Picasso.