DESAYUNO EN EL PUERTO CON ALBERTO

Ya sabe porqué es tan grande Alberto! Mide casi dos metros, entre pecho y espalda carga su enorme corazón. En un cuerpo más pequeño no cabría.
Bromea con el efecto globo de un bañador XXXL, cuando se llena de agua.
Ella le orienta en sus ahorros y como proteger a sus sobrinos.
A su hermano un conductor «externo», de la calle, como dicen ellos, le robó el futuro, saltando el criterio que dicta la estiba.
Cuando entras allí estás en otro mundo. Las normas de circulación son aleatorias, marcadas por la demanda de trabajo. Los molinos del Quijote, se convierten en inmensas grúas, de las que cuelgan bloques de colores. Da el mismo vértigo estar arriba que estar abajo. Juegan al Tetris poniendo «tochos» (twystlock). Los estibadores hablan en su propio idioma.
Le cuenta lo peligroso y sacrificado que supone el trabajo en el puerto. Los turnos de seis horas. Las jornadas nocturnas, la «Súper». Dormir, no dormir.
Cómo aprieta el calor con sol, el frío con luna. El mar sacudiendo la piel y los bloques de colores que cuelgan de las grúas también.
Los días de viento su familia reza para que las pilas de contenedores se mantengan erguidas. Los días de lluvia rezan para que en el turno le hayan asignado tarea de conductor y tener abrigo y techo, porque el agua seis horas…cala hondo.
El Tacón, Muelle Costa, Príncipe Felipe, «La Riba», Muelle de Fangos, de Poniente, Levante y Llovera, Dique del Este y La Xitá, son sus barrios de trabajo. Familias enteras todos a una, día a día, noche a noche, sin tregua.
Solidarios los que más, si algo le sucede a uno, le sucede a todos.
Valientes, decididos, «Ni un paso atrás».
Así es la estiba.
Ella a veces vive como si no lo supiera, por otro también reza.
El viejo faro, en el Dique del Este, está apagado, en otros tiempos iluminó los rostros curtidos de padres, abuelos, bisabuelos de esta gran familia.
Quién no lo quiera entender, que no lo entienda, pero siempre, «la familia lo primero».

Estibadores… QUIERO MÁS

Amparo Andrés

FOTO: Movimientos en el puerto. Enrique Aguado