DESAYUNO EN LAS NUBES

Tres horas cuarenta y tres minutos y sale el avión.
No sabe que meter en la maleta, aquí hace calor, allí no, advierten que llega gota fría. Algo de verano, algo por si refresca, un cortavientos; siempre viene bien…
No viaja por placer, sino por formación.
Quince kilos, la maleta ya le resta dos y medio, la tablet, cargadores, libros, vamos por los tres, el resto doce kilos.
Tarea difícil no pasarse y que se cierre. Lo consigue! Lo peor será a la vuelta, nunca sale bien.
Ya en el aeropuerto, nervios, paneles, indicaciones, cola, equipaje, cinta transportadora.
Uff! Por fin en el avión!
Intenta colocar la maleta en el hueco y como siempre nunca entra. El caballero de su misma fila de asientos se levanta y la ayuda. A ella le da un vuelco el corazón, será por tanta tensión.
Con la misma educación que recibe la ayuda, la invita a pasar primero a su butaca.
A ella le ha tocado la ventanilla, menos mal que el amable pasajero es justo su compañero inmediato, porque el señor que está llegando invade pasillo y medio.
Ya acomodada en su asiento, le da las gracias, suspira e intenta relajarse buscando entretenimiento.
_De nada. Es un placer.
Ella es muy observadora, aquel hombre le resulta llamativo. Un reloj analógico en la muñeca izquierda, pulseritas de cuero negras, rojas…cinco llega a contar, en la derecha. Tiene unas manos bonitas, se nota que se cuida. Ella tiene una peculiar forma de definir y calificar a algunos hombres, «este hombre, es muy madre», da el perfil. El libro que está leyendo es de Baudelaire, eso también lo califica de gusto por la lectura.
Él mira de reojo, creo que buscando entretenerse ha traspasado la barrera de ser discreta observando.
Al cruzar las miradas se sonríen y él aprovecha para dar un repaso rápido con las mismas intenciones, distraerse.
El vuelo marcha bien, es un viaje tranquilo, sin turbulencias.
La cortinilla de la ventanita está cerrada, intenta abrirla para ver las nubes, no puede está atascada. Él de nuevo se ofrece a ayudarla, sin rozarla, guardando las distancias y con mucho tacto, desatasca la persianita y descubre el paisaje. Con tal movimiento ha dejado impregnado el espacio de perfume, intenta identificarlo, le trae esencia a bosque, madera, hierba recién cortada, vainilla, canela… La imaginación la lleva a un campo de golf.
Buff! De nuevo otro vuelco el corazón.
_Nerviosa? _Le pregunta él.
_No, no, qué va! Atacada!
Se ríen, él suelta una carcajada. A continuación le dice susurrando:
_Piensa que es un paseo por las nubes, te sentirás mejor.

Un ruido de fondo, es el móvil que le avisa de un mensaje. Estira la mano hacia la mesilla de noche, se quedó dormida y se le olvidó poner la alarma.
El mensaje dice:
_Me quedé dormido. Muy buenos días cielo.

Paseos por las nubes… QUIERO MÁS.

Amparo Andrés