DESAYUNO INTERMITENTE

No se han visto desde antes de verano, siempre les sucede, aumentan la pausa en ese período. Suelen tener una cita cada mes, para hacerse resumen la una a la otra de todo lo que les ha ocurrido, de como han evolucionado o como siguen estancadas.
Ambas llevaban una vida muy ajetreada, eran mujeres de su casa, compaginaban el trabajo con atender a los maridos y a los hijos. Trayectos al colegio, a partidos. Paellas gigantescas, entre amigos casi familiares, de domingo.
Agendas cargadas de fiestas de cumpleaños, de clases de música o teatro.
Cuídate amiga!, llevas un ritmo agotador, le decía ella. En momentos de bajón, la animaba a subirse al tren de tres vagones y aferrarse al maquinista. Valía la pena, le dijo, «lucha por él, yo te animo, siempre estaré contigo, no lo dejes perder». Intercambiaban mensajes a altas horas de la madrugada, con frases de apoyo y lanzando esperanzas, que todo iría bien, que todo quedaba entre ellas, se daban las buenas noches casi al alba.
Hoy retoman sus citas. En la misma cafetería, que las está esperando.
Aparece como siempre puntual y espectacular. Cuello de pelo le resta el frío de la mañana y brillos, no pueden faltar, en el pañuelo y en el bolso, sin los destellos no estaríamos hablando de la misma persona y sabe como lucirlos, a otra no le sentarían igual. La sonrisa no la puede ocultar y esta vez ha llegado incluso a recordar que a ella los perfumes la dañan y entre risas le dice, que ni desodorante por si acaso.
-Pues menos mal que no hace calor.
Con un abrazo comienzan su desayuno.
Taza de chocolate puro caliente y churros con doble de azúcar para una. Café con leche y tostada de tomate para ella.
Las dos han hecho un gran esfuerzo por verse.
Una va notando los síntomas, está empezando el período de hibernación, sabe que mañana ya no va a poder levantarse, por la cantidad de dulce que le apetece comer, la flojedad y el sueño que le va embargando el tiempo, le ha venido justo, es su último día de estado vida.
Ella ha tenido que madrugar, para desentumecer los músculos y calentar motores, prescindir de los químicos, respirar aire puro y evitar los sitios cerrados, le sienta mejor el verano que el invierno y esa misma mañana ha notado que igual el frío se venga y se le puede volver en su contra.
Las dos han pasado un verano estupendo, bien merecido.
Para una, su vida está llena de interferencias.
Un episodio eufórico, pleno de vida, puede durar quince días. Pasado este ciclo hiberna otras quince lunas plenas de abatimiento, apatía, hasta ganas de quitarse la vida.
Estando de vacaciones ha conseguido un total de veintinueve días seguidos viviendo, todo un récord. Será la felicidad, los viajes, los amigos, el ron cola?
En la última visita al especialista, le ha pedido que anote todo aquello que le hace feliz y sentirse bien cuando está optimista, para leerlo cuando no puede salir de la cama, pero cuando desaparece no está ni para leer, de qué le va a servir?
Ni Londres ni Estados Unidos, donde ha buscado remedio, están preparados para diagnosticar o dar tratamiento.
Es aquí, en España, donde estamos más adelantados y no lo sabemos. Tiene miedo a los cambios y experimentos, por los efectos secundarios y su caso no es hereditario. Algo tocaron en aquella operación tan delicada y así la han dejado.
Mientras transcurre la mañana, realiza llamadas que tiene anotadas en una pequeña libreta, con las tareas pendientes. Es su último día y tiene que dejar resueltos ciertos asuntos. Va llamando y anotando, llamando y anotando…
_ Te voy a contar lo que me pasó en León. Me encontraba tan bien, que cada mañana me apetecía salir del hotel a pasear.
_ Qué atrevida eres? No te perdías?
_ Pues si…
Se ríen. Las dos están acostumbradas a enviar la ubicación a sus maridos, por si se desorientan. A ella ya no le hace falta, se ha recuperado, pero lo sigue haciendo, por costumbre, por si acaso.
_ El caso es que al salir, me extrañó ver que la luz del sol era intensa y no me hacia falta la chaquetilla de pelo.
Conforme termina el chocolate y los churros endulzados, se enciende un cigarrillo de los finos, extra largos. Cuando hiberna, ni fumar le apetece.
Ella la escucha interesada, mientras observa que un ojo le lagrimea, como cuando tienes sueño y algún bostezo ligero se le escapa mientras habla.
_ El día de antes me gustó un sitio que vimos pasando y quería desayunar allí. Me había fijado volviendo al hotel en algunos letreros, fotografié uno, para que me sirviera de referencia.
_ Si, eso yo también lo hacía, a veces trataba de memorizar los pasos. Pero al instante de hacer el esfuerzo, se esfumaba el recuerdo y me había olvidado. Las fotos ayudan.
_ Encontré el lugar, pedí el desayuno y me lo sirvieron y hacía un calor… Qué calor!
Se acerca la camarera a recoger la mesa, las estufas de queroseno no calientan lo suficiente la mañana tan húmeda. Le piden dos infusiones bien calientes y así alargar el tiempo.
_ Cuando salí de allí, no sabía donde estaba, me desorienté. Me extrañó que las tiendas estuvieran abiertas, pero tampoco me preocupé mucho, me dediqué a comprar imanes para la puerta de la nevera.
Ella la deja hablar alegremente, mientras ríe, suelta carcajadas de su anécdota, da caladas a su segundo, tercer pitillo y más. La ve tan pletórica, incluso bostezando. Le resulta increíble e injusto que viva la vida intermitentemente, calcula mentalmente, y le estremece comprobar que solo vive ciento ochenta y dos días, y le dedica a ella mínimo nueve o diez días de sus cortos ciclos. Tiene tanto precio su tiempo! Eso la hace más bonita y más valiosa su amistad.
_ Hasta la policía local me estaba buscando. Todo fue una confusión. Yo hice como cada mañana, nada más levantarme tomarme las pastillas y salir a pasear. Y resultó que habíamos decidido descansar después de comer y me acababa de levantar de la siesta. Jajaja!
Verla reír cuando solo tiene la mitad del tiempo que tenemos los demás, es un regalo. Ríe con ganas y ríe el doble.
_ Te imaginas lo que pensarían en la cafetería? Cuando llego y les digo…Buenos días! Me pone un desayuno. Qué pronto ha salido el sol, no?
Las carcajadas retumban en la lona de plástico que envuelve la terraza. Despiertan la curiosidad del resto de clientes, que dejan de tintinear las cucharillas del café, para girarse a mirarlas. Tan llenas de luz, tan llenas de vida, de recuerdos, de memoria perdida.
Mientras, ellas calientan las manos en los bordes de la taza y se acogen a esos momentos compartidos.
_ Lo peor es que ese día, me tomé dos veces las pastillas. Así iba luego de feliz.
Apuran la mañana al máximo, con llegar a tiempo de hacer la comida les sobra. Continúan hablando de las carreras de sus hijos, del paso del tiempo y episodios vividos.
Se despiden, anotando en la agenda una fecha, después de restar al calendario unos cuantos días.

Amiga, te echaré de menos estos quince días. Ten la fortaleza suficiente y no te tiente la apatía. Estaré pendiente de tu estado y a la mínima que estés en línea, te daré los buenos días.
Sé, que hoy igual ya no lees nuestro desayuno.
Se te echa tanto de menos los otros ciento ochenta y tres días!

Ciento ochenta y dos días, son pocos…QUIERO MÁS!

P.D: Eso sí, la una de la otra, no se olvidan.

FOTOS: Sus vagones/Su tiempo.