Hoy desayuno con los otros

Calle Eternidad, n °13
¡Me venden! Pues no lo entiendo. Deben tener una razón imperiosa. He sido cálida, les he arropado cuando pensaba que tenían frío. He estado atenta. Si tenían sed, adelantándome sobre sus pasos, he corrido por el pasillo y he encendido la luz de la cocina. Ha habido temporadas que me han dejado muy sola, luego volvían y como si nada, hablando de lo bien que lo habían pasado, de lo tranquilos que habían estado. Cuando discutían he arrastrado alguna silla, para que desviaran la atención de sus palabras. Con la llegada del bebé, no tendrán queja, me he ocupado de recoger sus chupetes y guardarlos, para que no se perdiesen. En las noches de llantos y no dormir, he estado ahí a su lado, para cubrir sus miedos. Cuando ella se daba un baño, ahí estaba yo, observando que no le faltase de nada. Pues mejor que aquí, ya digo yo, nunca van a estar. Lo que hay aquí, no se encuentra en cualquier casa. La verdad es… , el otro día oí a él contarle, que en uno de sus trayectos en taxi, un pasajero, al pasar por nuestra calle, le contó una historieta; una mujer y su bebé cayeron desde la terraza de esta finca. ¿Será eso? Desde ese día, ella está aterrada, siempre habla de voces y sombras. Ahora el bebé empieza a hablar y entre sus primeras palabras, dice «susto». Sinceramente, son muy raros. Con la paz que se respira aquí desde hace mil años.
Basado en hechos reales.
De esto NO QUIERO MÁS.