SAN VALENTÍN

Se habrá vuelto a olvidar. Simularé que no me importa. Soy yo la que digo «son memeces», «puro consumismo», pero a nadie le amarga un dulce. Casi treinta años juntos, seguro que veinte quejándome de si hace esto así o asá. Adoptando el papel de madre, ese que tanto le fastidia, pero es que a veces es peor que un niño, otras, se pasa de adulto.
Cuantas responsabilidades hemos adoptado, las buscadas y las encontradas. Igual tiene razón, aquel amigo que dijo «puede que no sepa demostrar sus sentimientos, pero quererte te quiere».
El día pasará pronto, mañana un día más y hoy será un día menos. No sé si aguantaré sin echárselo en cara. Un detalle, un gesto, una actitud, ¡algo! ¡Es tan fácil lo que pido!
Catorce de febrero, veinte mensajes en la bandeja de entrada y trece spams.
¿Un correo de él para mí?
“Hola Niña:
A veces me siento tan solo. Nace un dolor en mi interior, que va quemando poco a poco el corazón.
A veces no sé quién soy, ni hace donde voy.
Vuelvo a despertar en medio de la nada, miro los recuerdos que vivimos ya, la experiencia de vivir. Sin ti, no sé vivir.
Tantas faltas cometí y las que disimulé, por la pequeña niña que hay en ti, que tantas veces descubrí y los secretos que no sé.
Miro hacia el cielo, veo nubes grises, nuestros sueños, nuestro amor.
Si estoy mal, dame luz. Guarda amor, siempre para mí.
Te
quiero tanto, no me preguntes más, te quiero tanto. Yo simplemente
te necesité.
Piensa mi
niña que, si estás muy sola yo también lo estoy.
Vamos, tómame la mano, quédate a mi lado.
Tú eres la aventura de mi realidad. Tú que renunciaste a todo por seguirme a mí.
Aunque sea por hoy y siempre…
Te querré”.
Responder:
Ídem.
Que me quieras… QUIERO MÁS.
