
La vida está llena de cambios, unos nos gustan otros no. A mí me vino de la noche a la mañana un cambio inesperado, sin previo aviso. Pasé de llevar una vida normal a “no vida”; un ictus fue el osado. Te cuento que ha vuelto a nacer y me he “reseteado”.
En todo momento fui consciente del arrebato furtivo de mi propia vida.
¿Pero qué vida? ¿Era la vida que quería llevar?
Durante la recuperación, el orgullo y la actitud, me ayudaron a imaginar un futuro.
Tuve el apoyo de un amigo, que confiaba en mi recuperación, el único que le tenía la seguridad y la certeza de que lo iba a conseguir. Él tenía la esperanza y me lo inculcaba.
Mientras luchaba por sostenerme en pie, volver a hablar, leer, escribir, construí un futuro y una segunda vida. Arrepentida de no haber aprovechado la primera. Cansada de aquella… a veces el cansancio no entra por el cuerpo sino por el corazón.
He pasado más dolor del que la gente pueda imaginar. Me he convertido en una mujer fuerte, sé sobrellevar cualquier carga sobre mis hombros. Me considero resiliente.
Los grandes cambios vienen con una fuerte sacudida, no es el fin del mundo, es el inicio de un mundo nuevo.
Este episodio me convierte en una mujer muy decidida, vivo un lema: “Todo o nada”, no hay término medio. He de derribar las barreras que me impiden cumplir los sueños.
En esta segunda oportunidad, retomo los orígenes, busco en mi interior dónde estuvo el punto de inflexión, dónde se desvió. Remonto a la niñez, la pequeña de cuatro hermanos, todos ellos varones. Apenas veía la televisión, solo dibujaba, pintaba, recortaba, leía. Leía mucho, no se podían comprar libros al mismo ritmo que leía, con lo cual, los volvía a leer, al punto que los memorizaba. Aún recuerdo el primer libro y lo feliz que me sentía al ser capaz de leer.
Decidí estudiar Cerámica y Bellas Artes, quedando pendiente otras facetas artísticas sin resolver.
En este momento de la vida estoy buscando hacer, exclusivamente, aquello que me haga feliz.
Entre todo esto que me puede hacer feliz, se encuentra la escritura.
De alguien aprendí a no juzgar, solo observar y quedarme con lo bueno. Conservo de mi primera vida, la dulzura y la pasión. Me quedo con todo lo que me gusta y arranco de nuevo.
Arranco con un proyecto: el de escribir. Descubro que escribiendo soy capaz de «pintar con el alma».
Cada día, amanezco y escribo, pero necesito recordar; para ello preciso hablar con gente, dar paseos, viajar, leer, experimentar.
Con esta nueva vida, nace “Desayuno a domicilio”. Puede ser un desayuno, un té a las cinco, un concierto, una cata de vinos, una excursión, una exposición; en definitiva, una experiencia. Transmito las emociones que me proporciona la vivencia y recuerdo. Recupero la memoria.
Vivo y escribo, tal cual, transparente con todas las consecuencias: “todo o nada”.
Amparo Andrés Parriego